El entrenamiento psicológico tiene como finalidad ayudar al deportista a mejorar su rendimiento, ofreciendo las herramientas necesarias para conocer el funcionamiento de nuestro cuerpo y mente, llegar a ser más conscientes de toda la dinámica del organismo y poder manejarlo de forma voluntaria para lograr el rendimiento deseado.
La preparación psicológica tiene en cuenta tres factores básicos: el deporte, el deportista y la situación. Centrándonos ahora en el primer factor, MTB, maratón, como todo deporte de larga distancia, requiere unas determinadas condiciones psicológicas pues la situación permite tiempo en exceso para llevar a cabo todo tipo de procesos psicológicos, partiendo principalmente de los pensamientos. Se convierten los pensamientos en el factor crucial a la hora de afrontar con éxito una prueba deportiva de este tipo, para lo que son aconsejables ciertas pautas de actuación.
La Psicologíadel Deporte como disciplina científica y campo experimental para su aplicación, no sólo existe la dificultad de extraer de la gran cantidad de conocimientos psicológicos aquellos que son realmente importantes para el deporte en sus múltiples manifestaciones, sino también la de expresarlos de forma comprensible para aquellas personas especializadas en el campo de los deportes, pero que no poseen una adecuada preparación psicológica.
Por lo general, se reconoce que los aspectos psicológicos son relevantes para determinar la eficacia del rendimiento deportivo, y se admite que su importancia aumenta en los niveles más altos de actuación. Sin embargo, se suele prestar mayor atención a los componentes técnicos y físicos, tal vez porque resultan más fáciles de evaluar.
A menudo omitimos considerar el componente mental del entrenamiento deportivo, aun conociendo su importancia, suponiendo que las habilidades de esta área se desarrollan por sí solas o que el entrenamiento físico las puede mejorar.
Hay que considerar que el rendimiento deportivo es una combinación de preparación física del cuerpo y preparación psíquica de la mente, si no se atiende a estos dos aspectos puede ocurrir que se rompa el equilibrio emocional que debe poseer el deportista sometido a tensiones específicas de su actuación. A esto último se le ha denominado decrecimiento psicógeno del rendimiento; es una forma específica de desautomatización de los movimientos, siendo su consecuencia un aumento o disminución del nivel de activación del competidor bajo la influencia del estrés al cual no está suficientemente adaptado.
Se admite que el control voluntario de las acciones motrices puede ser considerado como uno de los principales factores del rendimiento y que, en el momento de la competición, ese control está determinado, no sólo por el dominio de las acciones mecánicas, sino también por las fuerzas internas conectadas a esas acciones. Dichas fuerzas son los estados emocionales de excitación, tensión o depresión, que a su vez originan modificaciones fisiológicas, hasta el punto de provocar modificaciones anátomopatológicas que en unos instantes echan por tierra todo el trabajo realizado durante mucho tiempo.
Sin embargo, la tensión emocional también permite mantener en movimiento los diversos flujos de nuestro organismo y constituye la respuesta o reacción a algún tipo de tensión externa. El pulso que se acelera, el ritmo respiratorio que cambia, los músculos que se agarrotan y todas las demás señales de alarma imaginables pueden salvarnos la vida en una emergencia real.
En sí misma, la tensión no es negativa: simplemente nos estimula y nos lleva a actuar, incluso los hechos que la inducen pueden ser de carácter agradable, sobre todo en el ámbito deportivo, donde la mayoría de los jóvenes comienzan gozando con su participación y se sienten altamente motivados para aprender y practicar conocimientos y estrategias que les ayudarán a ser mejores. De hecho, el deporte competitivo proporciona la primera y mejor oportunidad para enseñar a la juventud cómo dominar la tensión y el estrés. La lucha entre osadía y timidez, la alegría de superar las dificultades que presentan algún riesgo o peligro, l el placer de soportar las penalidades y suprimir el dolor de la fatiga con la mirada puesta en el éxito, elevan el tono de la emoción y contribuyen a la intensidad y dramatismo de la experiencia.
La clave es el entrenamiento, considerado en esencia como «el arte y la ciencia de la toma de decisiones».Su planificación requiere de la participación e integración de las denominadas capacidades psíquicas (requisitos aprendidos o basados en aptitudes que inician procesos internos de estimulación y dirección) y cognitivotácticus (requisitos en relación a sensaciones, percepciones, imaginación, memoria y pensamientos, que actúan durante las acciones deportivas) que, junto a la condición física y la técnica motriz, son elementos decisivos para el rendimiento deportivo global.
Estas capacidades engloban un sistema complejo de estimulación y dirección. Su grado de incidencia depende de niveles evolutivos, biológicos y de entrenamiento que determinan esencialmente la calidad de los rendimientos deportivos. Para mantener los mecanismos internos de estimulación y dirección se requieren, además, las llamadas: capacidades reguladoras, que pertenecen a las anteriores, pero que se separan por su significado específico, ya que constituyen el verdadero factor decisivo para superar los elevados rendimientos. De la correlación de ambas depende el éxito o fracaso de los resultados deportivos, ya que frente a dificultades internas u obstáculos externos asumen el papel de capacidades de dirección, mediante la voluntad, fuerza de decisión, autocontrol, valor, perseverancia – concentración, persistencia de la concentración, etc.
La acción estratégica y táctica de estas capacidades está esencialmente relacionada con la personalidad total del deportista. Engloba además todos los componentes de planificación, captación, realización motriz y posibilidad de feedback.
La tarea del Psicólogo Deportivo es entonces la de entrenar y aconsejar al deportista para que éste actúe de forma controlada y estable en situaciones de estrés mediante la adquisición de conocimientos y estrategias cognoscitivas, conductuales o de otra índole. El equilibrio físico y psíquico que el psicólogo debe lograr requiere de una serie de acciones que las resumimos así
1.Identificación individual de los factores específicos y características psicológicas que influyen en la obtención del rendimiento óptimo tanto durante el entrenamiento como durante la competición. Estos facto-res son distintos para cada individuo y dependen de la práctica deportiva concreta.
2.Observación del comportamiento del atleta durante su entrenamiento, antes, durante y después de la competición, con el fin de establecer a posteriori implicaciones y relaciones con el rendimiento obtenido en la prueba.
3.Fomentar la comunicación y diálogo entre el entrenador y el atleta para hacer más eficaz el trabajo que se lleva cabo durante muchas horas.
4.Mejoramiento de la preparación mental del deportista con vistas a la competición desarrollando destrezas mentales, globales y específicas de forma que se ejerza un adecuado control sobre el estado ideal de performance o perfil de rendimiento máximo para cada atleta.
5.El encuestamiento directo a atletas olímpicos revela que la preparación mental adquirida durante sus entrenamientos es de gran utilidad pero no suficiente durante las competiciones, ya que la sensación de soledad y tensión máximas son factores que anulan o disminuyen la posibilidad de rendimiento máximo.
6.El trabajo en equipo es el mejor camino para llegar a los objetivos propuestos en cada etapa. Las diferentes tareas que optimizan el rendimiento deportivo son demasiado complejas para ser llevadas a cabo por un solo especialista.
Preparación Psicológica en el Período Competitivo
La preparación psicológica está orientada a obtener elevados rendimientos sobre la base del perfeccionamiento de las cualidades físicas, técnicas y psicológicas. Es importante considerar que el entrenamiento y la competición son, para el deporte de alto rendimiento, dos actividades estrechamente relacionadas que se complementan y dependen la una de la otra.
En el periodo competitivo, los estados emocionales del atleta juegan un papel preponderante en los rendimientos; por tanto, deben ser conocidos con antelación para prever las diferentes reacciones ante las emergencias propias de la competición.
Se recomienda comenzar el entrenamiento psicológico con suficiente antelación, regulando los contenidos cognitivos del pensamiento. Aplicando ejercicios de autocontrol, combinando ejercicios de entrenamiento autógeno con consignas para superar las emergencias.
Preparación de atención específica, tamizando elementos perturbado-res, respeto por los rituales y énfasis en determinados aspectos que favorezcan la excitación necesaria para competir.
Enseñarle a competir consigo mismo, no con los demás.
Algunos autores lo denominan Puesta apunto (Boas & Osborne, 1981). Este estado final de máximo rendimiento describe la especial preparación fisiológica y psicológica del deportista para conseguir un estado de alto rendimiento. Esto sirve para la obtención de resultados óptimos con entrenamientos muy intensos, pero muy cortos que conducen a una estimulación máxima y una mínima fatiga neuromuscular.
Los indicadores donde el proceso de máximo rendimiento va progresando satisfactoriamente son:
- Impulso de retroalimentación desde la etapa precompetitiva.
- Sentimiento general de bienestar.
- Entusiasmo por el entrenamiento y la competición.
- Mejora repentina en las activaciones.
- Claros signos de seguridad ante los entrenamientos e inminentes competiciones.
- Técnica bien asimilada, incluso si la activación no ha llegado al máximo.
Los indicadores en los que el atleta no está progresando conveniente-mente pueden ser:
- Frecuentes contracturas y lesiones menores.
- Frecuentes resfriados y ataques virales.
- Dolores musculares o articulares .persistentes.
- Pérdida de flexibilidad.
- Sentimiento general de pesadez y pérdida de ritmo.
- Ausencia de autodisciplina – pérdida de tiempo.
- Entrenamientos sin interés.
- Irritabilidad, depresión, tensión.
- Incapacidad para relajarse.
- Dificultad para recuperarse.
También los atletas deben estar al tanto de las siguientes señales personales:
- Repentina pérdida de peso.
- Ojeras, ojos hundidos sin vivacidad.
- Sudoración ansiosa.
- Palidez.
- Pérdida de apetito.
- Dolores de cabeza.
- Fatiga y decaimiento.
- Desarreglos hormonales, digestivos, etc..
Es en esta situación donde el apoyo psicológico es determinante para afrontar la crisis y recuperar los niveles de rendimiento.
Así como en las fases de preparación planificadas, la comunicación con el entrenador es muy importante. Algunos atletas preferirán una conversación precompetición, relajada y tranquila, generando así un alto nivel de confianza. Otros preferirán salir del ambiente de competición mediante actividades sociales, culturales o lúdicas para no verse sumergidos en una atmósfera estresante.
En los días previos a las competiciones el entrenador está también bajo el estrés del momento. En algunos casos, ésta es una situación límite; sin embargo, él debe proyectar una imagen de tranquilidad y de confianza; debe tener la capacidad de «descargar» su estrés fuera del espacio deportivo, garantizándose así que la preparación del pupilo esté asegurada, dejando que éste sea en lo posible autónomo e independiente.
Por tanto, el rol del psicólogo en las grandes competiciones ha de ser:
- De carácter preventivo, anticipando y preparando al atleta para resistir las presiones ambientales.
- Estabilizar y controlar las emergencias y crisis de los deportistas antes, durante y después de las competiciones.
- Atender y resolver los problemas interpersonales.
- Realizar un seguimiento individual cuando el deportista lo requiera, a petición personal o de su entrenador.
Bibliografía:
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Marcela Graciela Pensa
Prof. de Ed. Física
Neurofisióloga
Maratonista